Luchando contra un enemigo invisible.
Hoy cambio el mundo.
No necesitó que se altere el eje de la Tierra, ni que un astro de la noche destroce nuestra atmósfera, ni que se escapara una ojiva de nuestros cálculos.
Bastó que una combinación minúscula de moléculas de ARN y glicoproteínas en semivida decidieran ponernos en regla, nos mostrarán lo frágiles que somos, nuestras vulnerables murallas colapsan como fichas de domino mostrándonos los límites, de la vida y de la muerte.
La vida se genera incluso con la muerte, y la advertencia esta hecha.
Nos deja como peces fuera del agua, dañando nuestras branquias, como plásticos adheridos a nuestras mucosas.
El virus asesino se camufla en cualquiera de nosotros, aún en los jóvenes milenial ; cual caballo de Troya los usa para recorrer grandes distancias, pasando océanos y mares, llega a nuestras casas, sabiendo de su egoísmo, insensatez y vivir al límite.
Los gobiernos del
Mundo han quedado desarmados, no quedan balas efectivas no existen vacunas creadas.
Solo el guarecerse puede salvarnos,
A fin de evitar un final desastroso.
Nadie se salva, ricos y pobres
se doblegan.
La muerte llegó como un ladrón, en plena noche, a tu lado, en el asiento de avión, de un tren, o esperando un vagón.
En el cuerpo de una persona amiga.
En los labios ciertos de tus padres, en las manos de tus hijos.
Imprevisibles e invisibles como dardos certeros.
Toman tus bronquiolos, los alveolos los impermeabilizan al oxigeno, en ansia de
aire de toma de sorpresa, solo queda rezar y pedir por tu vida, tu familia, tu pueblo, tu nación, y el mundo entero, esperando salir de este laberinto de miedos, de encierro, y muerte de tantos inocentes, manteniendo la esperanza dentro de un destino de incertidumbres.
En estos momentos nace en diferentes latitudes el genio humano, el trabajo del médico universal, que escudriña y desnuda al enemigo, conoce sus debilidades, busca la cura oportuna para salvar más vidas y arrancarlo de las garras mortíferas de la enfermedad.
Antes, y después debemos abrazar a Dios, cual fuera nuestra creencia y religión, no nos detengamos en nuestras difrerencias, necesitamos ser uno solo.
Solo unidos, recuperando nuestros valores de amor, solidaridad y valentía daremos fin al enemigo.
Dios salve al hombre, y el hombre salve a la naturaleza.
Autor: marcaregistrada@Rubén Caparó
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