En el Perú de ayer y de hoy, hay que tener realmente suerte para que al otro lado de los servicios estatales e incluso privados te encuentres con una persona aunque no bien instruida, que tenga sentido común y sensibilidad social, lo que en buen castellano lo llamamos criterio. Escasea en todos lados , y son atributos que deberían poseer quienes están detrás de una ventanilla, en un hospital, en una comisaria, y por supuesto en todas las instituciones como SUNAR, SUNAT, Ministerio Publico y el Poder Judicial., pero retomemos el relato.
Mi padre fue llevado por una situación evidentemente injusta. La persona que nos había golpeado con sus cajas, estaba delicada a consecuencia del impacto de su misma carga. Era una persona desnutrida, y adelgazada, al evaluarlo el médico encontró un par de costillas rotas. Sin embargo en los rayos x, lo que se objetivaba un pulmón crónicamente y severamente afectado por múltiples cavernas tuberculosas, que no soporto el politraumatismo.
En aquellos tiempos mi padre era un ex militante del PCP, yo lo conocí socialista, creyente en Cristo, un socialismo humanístico con discrepancias con la Iglesia Católica, que solo comprendí su filosofía al leer a Vallejo (Poemas humanos).
Resultó por desgracia que el pobre cargador, murió a los pocos días del accidente, al parecer una hemoptisis asociada al trauma y a la TBC galopante que fueron causa final de su desceso. Según los partes policiales, producido el desceso mi padre se convirtió sin querer queriendo en directo responsable. Las cosas se pusieron tan difíciles, por dicho acontecimiento, que de seguro el proceso se convertiría en un juicio de nunca acabar. Solo había nuestra palabra contra la del policía.
Mi tío, TVL, entonces una persona muy activa, lleno de juventud, agudo y audaz miembro del PCP, era gran amigo de mi padre. Él , le dijo, - esto se resuelve así de rápido, no tienes que preocuparte, yo me encargo de todo -.
Por la noche, ingresaron a la morgue, cargaron al difundo y le dieron cristiana sepultura fuera de Cusco. Al dia siguiente y subsiguientes se busco el cadáver, desaparecido. El cuerpo del delito no fue encontrado había desaparecido. No existiendo de que acusar, de ese supuesto atropello, no pudo prosperar el proceso. Mi padre volvió sano y salvo, y el auto Volvo, nos acompaño, por muchos años más y solo pudo ser vendido a la muerte de mi padre, que aconteció cuando tenía 19 años. Un tiempo después conocí la Morgue del Hospital Lorena, en el primer y segundo año, ya que no teníamos anfiteatro, como parte de las practicas, de estudios de Anatomia en la Facultad.
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