lunes, 23 de marzo de 2020

Sobre la trascendencia de la Muerte.

La muerte, es un suceso  diferente al que estamos acostumbrados a vivir, indica el fin de la existencia de una vida, una situación finita,  definitiva, con un antes y un después para esa persona, pero no un presente, este está reservado para los vivos. La muerte para un niño, es poco visible, ya que nuestros parientes la mayoría mueren hoy en día en los hospitales, salvo que un pariente cercano muera, aun así uno se da cuenta que está muerto, por que ya no está. Además es distinto ver que la gente se muere, que pensar que tu morirás. La primeras nociones de la muerte, lo senti con mi ausencia de abuelos, de ambas líneas. No tuve abuelos vivos, solo me entere quienes habian sido por la referencia de mis padres y algunas fotos que quedaban. La muerte y orfandad estaban en muchos de los relatos de mi padre y en sus poemas. Kike, el amigo rubio de  infancia, me dio esta noción, de vacío y de cosa inexplicable. Es la única palabra categóricamente absoluta, no hay muerte a medias, es o no es, aunque en poesía se puede alegar que estás muerto en vida, pero los muertos son historia sin presente. Cuando murió John Venero Garrido, amigo del colegio salesiano, supimos todos lo frágil que es la vida, a pesar que al inicio nos sentimos invencibles, nos damos cuenta que somos físicos en gran parte, y que vivimos por que tenemos un cuerpo y nos movemos y por que tenemos un cerebro que nos indica que existimos. John murió de hepatitis y es el primer muerto que ví, lívido, amarillento, inmóvil, con unos tapones en la nariz y en la boca por que sangraba aun de muerto por su enfermedad. Fue la primera vez que me sentí mortal y me deprimí que dejé de comer por ese  día,  por que la vida es hermosa y la vitalidad de eso años negligentemente no te permiten introspeccionar, y claro,  que te sientes imbatible si estás sano claro está. De hecho esta experiencia es personal de cada uno, pero el hecho de no existir, no de sufrir al morir, si no el hecho de no trascender, de ser olvidado, y de ya no contar para la humanidad ni para el mundo físico, me solía ser incompresible, hasta las creencias espirituales del otro mundo, era de vida en otro lugar, ya no  terrenal, y no eran un gran consuelo. Mi madre tuvo doce hermanos, ella era la penultima, y fue despidiendo a cada uno de los suyos, a lo largo de su vida, no se si murió ella también con cada hermano, pero cuando le tocó partir, estuve para ver sus últimas miradas de luz, y ver la trascendencia de este momento.
Mi padre murió a los 53 años, y esta historia  marcó definitivamente mi concepción de lo que es la muerte.
Y se dió tras la muerte del padre de Juan, gran amigo del colegio. Acudí solo al velorio, como era lo esperado, ya que él unico vinculo y motivo era nuestra amistad.
Por la noche mientras velábamos  al padre de Juan G,  me percaté que mi papá estaba dentro de las personas que hacía la guardia, al fénetro,  parado con una actitud solenme. Estuvo una hora acompañando al difundo,  a un costado del ataúd. Luego me saludo muy breve y salió. Yo me sorprendí de que estuviera allí, ya que poca amistad había con el señor fallecido. Quizá lo hizo por mi y por Juan,  al que si conocía, ya que sabia que eramos muy amigos,  o quizá también por él mismo, ya que probablemente le recordaba lo duro que era quedarse sin padre a esa edad,  ya que había desarrollado una gran sensibilidad.

Al llegar a la casa, comentamos  de aquella circunstancia, y fue entoncese que yo dije -  ¡que duro y doloroso debe ser,  ver tirado a tu padre dentro de un ataúd,  tener que dejarlo partir y resignarte, todo en un mismo momento !.
 A lo que él me indicó : hijo mío,  hagamos una cosa, una promesa... el que parta primero, hará todo lo posible de comunicarse con el otro para alertar que existe la otra vida ... continuará...
Diez días después, mi padre falleció, por una hepatitis fulminante.
Obviaré esos momentos tristes, cuando hizo un paro cardiorespiratorio, y ya no volvió despertar.

Habrís pasado un año y medio de aquel evento. Estábamos en el segundo año de facultad, y por alguna razón muchos de los del curso de matemática integrada, nos encontramos en casa de nuestro amigo, Monanes. Tenía una sala amplia, y una mesa lustrosa y brillante. Estábamos preocupados por el examen jalador que se venía. Alguien se le ocurrió, que podríamos llamar a algún difunto para que nos diera las preguntas o las respuestas del exámen. Nunca había participado en algo así, hicieron una ronda amplia con papelitos con números y letras, la copa se movía como si levitara, tomando fuerza de acuerdo a los índices de las manos que la tocaban. Incrédulos  indicamos que era un truco, luego aquellos que aun no creíamos , nos quedamos con nuestros índices puestos, y con la copa luciendo un gris cristal, moviendosé vertiginosamente  fuera de nuestra voluntad. Luego dejamos que los demás preguntaran  la  clave de aquel espinoso examen, llamaron a un compañero fallecido meses antes, dandonos la dió " las claves" en con el abecedario,  1. B  
,  2. C  3..  etc.
Yo había dejado el grupo, y me fuí lejos de la mesa, a servirme un refresco. Cuando alguién, gritó, esperen... esperen... alguien se quiere comunicar...  Quién es Rubén... Rubén C...., - Rubén... corre, es tu papá que quiere comunicarse contigo... me acerque nuevamente a la mesa, cuando leí el siguiente mensaje:  " hijo el cielo realmente existe"...
La muerte para los muertos, solo tiene el tiempo futuro de la eternidad, cuidemos este tesoro que les confío...  El cielo realmente existe...

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