lunes, 23 de marzo de 2020


A Flavio Rojas....
En El Barrio donde crecimos,  los mejores amigos, no siempre fueron de nuestra misma edad, Flavio Rojas,  era uno de ellos, desde que tuve uso de razón, para nosotros era "el señor Chino" , claro que en la puerta de su casa, había un letrero que decía: Flavio Rojas ... , Contador.
El apodo lo puso el papá de Alexis, sin más no recuerdo, o el tío Tono, tío de Alexis, y  quedo como su nombre, el nunca le molestó, y respondía al apodo como a su nombre. Señor "chino" , buenos días, Sr. "Chino" ,  como está, o como le va, nunca nos detuvimos a preguntar si eso estaba bien o mal,  si le agradaba o no, era conocido así por sus ojos rasgados, más achinados cuando reía, su piel morena andina, su sonrisa amplia debajo de un trinchudo bigote, y su alma de niño. Vivía frente a mi casa,  llegó al barrio cuando todos ya estábamos  ya, solterón cálculo yo de unos 40 años, de profesión contador, como decía la placa que estaba pegada en su casa-oficina, era sin lugar a duda,  parte de los amigos  del barrio que más apreciamos. El ser profesional en esa época aún más le hacía culto, por lo que de alguna manera se ganó el cariño de todos , y amable con todos, con los niños, jugaba como uno de nosotros, con nuestros padres, era un buen vecino. No había malicia en él, ni en nosotros, nada que nos pudiera hacer desconfiar de él. Eran otros tiempos. Había comprado la casa de enfrente, y siendo solo, decidió alquilar gran parte de la misma a la familia Palomino, familia de Piolin. Hizo una construcción adyacente como un mini departamento, que permaneció deshabitado, con sus ladrillos expuestos, sin puertas ni  ventanas, lo que nos servía de sala de juegos, llevábamos el infaltable ajedrez, juego de dados, y otros  del momento, etc., era un lugar donde también nos contábamos historias y muchos  dejábamos allí algún problema de los más grandes, para opinión del grupo, que sentados sobre unos ladrillos, con una mesa improvisada pasamos parte de nuestra tarde en esa construcción precaria.
El s.....  ch.... era un niño grande, compartía nuestros juegos, le gustaba jugar  al fútbol con nosotros en la cuadra cercana a la casa, muchas veces vestido de ropa de oficina, empedernido hasta anotar su propio gol, con gotas de sudor en su frente, a medio partido se quitaba el saco acomodándolo encima de los cercos de ciprés, y a seguir jugando.  Era una persona hogareña, y que le ilusionaban los niños, con muchas ganas de tener uno propio. Procedente de  Sicuani, había llegado a Cusco, para quedarse y quizá formar una familia. Sin embargo era solitario,  y solo con nosotros, siento que en ese momento, mitigaba su soledad, y eso le hacía  sentir bien. En el fútbol se consolidan muchos de los recuerdos que tengo, de este gran amigo.
Pasaron los años, se dedicó a administrar una discoteca, y algunos malos amigos le brindaron su amistad a cambio de ceder su departamento, el mismo que había servido de club de niños, se convirtió en las noches de los viernes de "nigth club", los amigos traían amigas, y las fiestas a media luz fueron las constantes en aquella época de su vida.... continuará.




... a Flavio Rojas...

Posteriormente se comprometió con una señora que vendía el ceviche, cerca a los quioscos, frente a la universidad, al poco tiempo se hizo de toda una familia, trayéndola, a la casa del frente, incluyendo al  hijo de su compromiso anterior. La casa se convirtió en un laboratorio donde se hacía el ceviche, de donde salían bandejas de pescado de aquí para allá, limones, etc. , adquiriendo un olor a pescado toda la cuadra. Todos sentimos que perdió mucho con esa decisión, sin embargo creo que él buscaba algo, que quizá encontró en esa elección. Ya más tarde cuando yo ingresé a la facultad de medicina, un día me comentó algo avergonzado por las incomodidades que causaba con su nuevo negocio, también lo encontré muy dolido por la suerte de Alex, que estro a malas juntas, y así algo apenado lo dejé. Encontré en sus ojos, una insinuante lágrima, al igual que la vi, cuando me dio el pésame por la muerte de mi padre. Esa vez me dijo - muy bien lo recuerdo, "tu padre fue un gran hombre, a algunos nos toca un reto aún mayor cuando tenemos un padre así, ser mejor que ellos, Rubencito tú vas estudiar medicina, no te olvides de ese encargo, se que irás muy lejos". Aún pienso en esa persona, y en sus varios perfiles, de acuerdo a los momentos que le dio la vida. Cuando fui al serums, y luego regresé antes de ir a la especialidad, lo encontré ya con algunas ligeras canas en las entradas de su frente, jugando con su único hijo producto de los azares que da la vida, alegre y con la sonrisa que lo conocimos cuando era uno más de los que jugábamos al fútbol en la cuadra cercana a nuestras casas. Tres años después que volví a Cusco de mis estudios en Lima, encontré solo a un chico adolescente y a la familia de la esposa en su casa. Pregunté por el Señor Chino, por su vida, me dijo mi madre que había muerto producto de una neumonía en forma muy rápida.
Los amigos que te da y te quita la vida, te hacen crecer y se encarnan en tu cuerpo, y no se desprenden de ti nunca más . Flavio Rojas, Señor Chino descanse en paz .

No hay comentarios.:

Publicar un comentario