Ya no me detengo en saber si vendrá...
Ni si mis pasos a su lado la acompañan.
Amo mi alma hasta la inmensidad del oceano.
Amo este precioso y perfecto momento que sabe a eternidad.
Hoy ya no me enternece la bulliciosa gaviota,
que se pierde entre los maderos del muelle.
Ni me detendré a mirar en el ocaso,
acaso una sileta en la playa que recuerde su nombre, su ausencia.
Ya no pienso envolver mas regalos,
Mil propuestas...
Un rezo al devocionario.
Nada me confortará la realidad de muerte
o el infortunio de tu falta de sapiensia.
Ni el vacio de los ecos que traen las olas a mi regazo.
Solo busco fundirme en la nebulosa niebla de otoño
que esconde tus orillas.
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