Los recuerdos de nuestra infancia nos remontan a un tiempo mágico de los amigos del barrio, de los grupos de chicos dispersados por el azar dentro de cuadras y filas de casas, unas frente a otras, familias de 4 a 5 hijos, unidos por afinidades y generaciones, de hermanos por cada familia. En mi caso era el menor con dos hermanas antes mío. Fuera de nuestros límites geográficos, había amigos que con menos frecuencia los agregamos en nuestros juegos, así también encontramos otros grupos de chicos que nunca llegamos a compatibilizar, y se convertían en nuestros rivales, más si había alguna niña del grupo lejano, a quien osáramos de mirar o cortejar. Entonces aparecían las guerras entre los niños, los rivales apareados por edad, talla y claro por coincidencia de chica. Esto se daba casi siempre en vacaciones de fin de año, luego de las fiestas, inicio de carnavales. Las disputas comenzaban con miradas, palabras subidas de tono, a distancia, luego frente a frente. Muchas veces solo era por el dominio de una parte del parque, el mejor árbol de lugar, o un partido de fútbol intensamente luchado. Las peleas de grupos, eran pequeños conatos de cinco a 7 niños armados de piedras y palos. Muchas veces me tocaba a Alex o a mí definir con el más grande o el líder del otro grupo, nos tocó ganar , nos tocó perder, siempre dentro de todo había una mística y un respeto por el otro. Estas disputas eran entre grupo de chicos, las niñas Jugaban a lejos y no participaban. Recuerdo una de las tantas disputas habíamos invadido su lugar, sitiados contra los jardines de sus casas, no tenían escapatoria, -los padres no se involucraban, pensarían supongo que era parte de nuestro neuro desarrollo - . De pronto los hijos de las empleadas de grupo contrario, más grandes y claro no con los mismos estándares de respeto, ingresaron al conflicto.
De estar haciéndolos retroceder, un refuerzo no esperado nos golpeó en una embestida total, que nos tenía a punto de doblegarnos con una fuerza bruta desproporcionada. Retrocedimos siendo golpeados de todos modos y de todos los lados, ya no había el rival de turno, nos caían todo tipo de golpes, manados, empujones, hasta proyectiles de diferentes tamaños, escobazos etc.
A punto de optar por la retirada, ya sin tener la victoria ansiada, aparecieron sin que nosotros conscientemente lo pensáramos siquiera, el grupo de niñas, casi todas hermanas nuestras, algo más grandes que nosotros, armadas con escobas, ramas de rosales con espinas , que usaron como el arma secreta del momento, un solo solo azote en las piernas de más grande de los empleados, que se desmoronó y comenzó a llorar, con lágrimas y casi aullidos seudo caninos con huellas y perforaciones en el pantalón.
La retirada fue de ellos y todos junto a nuestras hermanas gritamos aquella extraña victoria, donde las mujeres de ese entonces nos dieron a fuerza de coraje y actitud de protección en aquellos momentos en que se jugaba nuestro honor pudieron rescatarnos y darnos la victoria.
Hoy a casi cuarenta años de aquel día siento que debo dar las gracias a esas fantásticas hermanas y amigas con con su amor incondicional estuvieron siempre a nuestro lado, vigilándonos a distancia nuestros pasos.
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