A mi padre...
En el portón de tu cuarto, quedo tu voz.
En el patio vacío y lúgubre, quedo tu imagen,
Tus sienes , tu frente, tu rostro de buen padre.
Tus últimos recados al partir...
¿ Dónde se fueron... Dónde quedaron ?
Padre mío.
Bendito seas por siempre,
Por tu religión universal, por tu moral,
a prueba de todo lo existente.
Por tu espiritualidad solidaria para los que menos tienen.
Por tus conocimientos de gran maestro en las aulas y en la vida.
Formando generaciones de seres humanos, mas que nada.
Hoy recuerdo, que entre tu percepción alterada
de tu último minuto de vida,
y la lucidez de tus pasos hacia el infinito.
Comulgaste y te rendiste ante el Dios de los hombres.
Tras el cantar del gallo, le pediste perdón.
No por negarlo, si no por no comprenderlo.
Por no entender su creación.
Saturada de angustias, de hambre, e impurezas.
Ante la inminente llamado de la muerte, me pediste ...
¡ Hijo mío, estudia a conciencia , para que no seas como ellos,
que no saben lo que tengo!,
Que no saben lo que hacen.
¡ Dios mío porqué me has abandonado !
Dolientes y severas fueron tus últimas palabras,
que grabaron de amor y de razón,
a mi formación médica y humana.
Hoy te pienso, y te extraño aún,
como un niño perdido en un mundo de viejos.
Y aun con mis canas que brotan traviesas.
Me pregunto, a que hora llegarás, para servir la mesa y
leer un buen libro, o en comunión compartir una velada,
de palabras, de cuentos, de realidades tuyas propias.
De versos a mi madre, a tus padres, de incomprensible orfandad,
triste regalo, que nos dio la vida, muy temprano.
Cuando toco tus libros, cuando leo las mismas líneas que
recorrieron tus ojos, me conecto al universo vasto de tu esencia,
e ingreso a un trance exquisito de vida, de infancia, de calor de hogar,
de arrullos y de besos nunca dados.
A ese lugar que no volveremos nunca, pero que presente está,
Cuando me acuerdo de ti...
Rubén Caparó. Valdeiglesias , descansa en paz...

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