MAGDALENA.
Desde que creaste Dios
la criatura, que de lujuria me contenta.
Cuando su cuerpo límpido
en mi lecho recuesta, su anatomía
dignamente presenta.
A cada lado de mis libros está.
En mi sien, en mi costado.
En los clavos de mis manos.
A la altura de sus besos
está mi cruz y mis espinas.
Al cuadrado de su pecado favorito
está el múltiplo del Verbo Divino.
En la negación de lo creado;
y en la frustración de lo que quedó sin crearse.
Ah, Magdalena tu proximidad es inmortal,
en tu útero descansa mi aliento
tu regazo es mi lugar y es solo mío.
Ah, de tu credo jamás me apartaré.
De tus huertos recordaré su candor de Viernes Santo,
en tu hostia milagrosa me asiré hasta la muerte.
Quiero morir por ti en este día,
y buscar el lugar que encontré en tus orillas.
Quiero comprobar mi mortalidad por ti,
y mi divinidad por ti.
Dulce pecadora
apiádate de mi santidad inhumana
de mi castidad sobrehumana
de mi voluntad no terrenal.
De mi amor que no llega a tus Hermanos.
De mi fe que debilita en tu constancia.
De mi naturaleza ajena a tu genoma,
de mi divinidad cosa terrible para el dios, que se enamora...
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