jueves, 12 de marzo de 2015

A mi Madre.

Te fuiste tan discreta y sencilla como siempre,
por el zaguán de la iglesia,
por un rincón de la casa,
dejando tu rastro confundido y solo, como quien libera un camino
Escondido y triste.
Salías detrás de todos
Dejándote sentir, la sutil ligereza infinita
del trinar de tus piececitos trémulos e inquietos.
Pensativos y cadenciosos,
Buscando en la noche fría
algún recuerdo ...
Quizá del hijo ingrato que abandonó el terruño
Inconsciente y ciego, fue siguiéndole a la vida y
dejó tu enjuta piel, sin besos.
Y tu alma sumida en la soledad mas lóbrega.
Te imagino hoy, Madre,
como eras antes.
Como eras antes de mi partida,
caminando hacia la iglesia, huyendo hacia el sermón de la siete,
Viendo comulgar desde tu sitio, como todos los domingos
A los demás ...
Como si un secreto
negara el regocijarte de Cristo.
Y luego obnubilada te pierdes, entre calles y recuerdos,
e intentas volver a la casa sin mas pistas
Que la inercia de tu cuerpo
Y de pronto,
Te hallamos,
desojando una flor a los vientos de agosto
Y gracias a Dios estas nuevamente a salvo del mundo.
Madre volví un día ante tus ojos
mucho tiempo después.
Sin embargo tus recuerdos te negaron mi existencia.
Y esta carne que es tuya, y que late y siente distante,
olvidada mil veces, y de dolor y olvido, mil veces.
Se pregunta si page en esta vida la insolencia de dejarte algunos años , madre mía.
Madre volví un día ante tus ojos
Agonizantes y profundos
en una cama de hospital te encontré ,
y te acompañe por el camino de la vida hacia la muerte,
compungido.
Mientras que tú,
¿ Quien eres tú me preguntabas ?
- yo le dije:
Hoy, solo un amigo que la quiere, que la quiere...

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