El cristal centelleante
de sus ojos son míos.
Su dulzura deseable
de sus labios son míos.
Su frescura fragante
de su olor, solo mío.
Melodía relajante
de tu voz en mi oído.
La quietud de tu cuerpo de una tarde de estío.
Tu piel es la tierra y mi cuerpo es el río.
Entre tibias amantes.
En tus muslos, soy niño.
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