Hijo mío , quiero decirte
desde aquí, desde esta silla enmudecida,
de tanto soportar, las horas, los días eternos.
De angustias y desvelos.
Los días y nuevamente las noches,
sin descanso, de desasosiego y desamparo.
De verte y oírte llorar como a un niño, con tu madurez
de viejo, gritándole a cielo, el por qué,
del cáliz asignado que
quema y pasa por nuestras fauces, por nuestras gargantas,
hirvientes, soportando, a fuerza de coraje, y de inocencia.
Junto a los maderos dolientes de tu cruz,
enclavados están nuestras esperanzas
y tus mejores años de juventud.
Eres tú, quien clama y reclama a los cielos por
este cruel y despiadado presente.
Las tardes de matices grises se visten,
como todo nuestro dolor, como todo nuestro duelo.
Tu madre está deshecha, y también llora,
y también reza,
yo me contengo herido, lloro
y también rezo, en la penumbra de tu cuarto de hospital.
Juro que me desangraba, al verte tendido,
y atado, incapaz de producir un pensamiento.
Incapaz de reconocernos siquiera.
Dominado por tus sueños vividos,
con tu alma tomada por traviesos espíritus.
Por voces sin cuerpo, sin vida, que ya no quieres oír.
Que emanan y martillean incansables ,
atormentando tu paz , tu mente de niño aun,
de adolescente aun.
En tus venas serenas se anidan estacas dolientes,
de metal frío, permitiendo el ingreso de tu alimento,
Tus líquidos y del esperanzador tratamiento,
que cure tu ser, a más de un medicamento,
una bendición enviada hasta el infinito de tus sinapsis,
doblegando al enemigo invisible,
a ésta enfermedad, terrible, que te aflige,
y derrumba todos nuestros sueños.
Tu estómago y vísperas son de acero,
y esperan cada mañana la rutina de cientos de cápsulas
que tragas como granos, de tres en tres.
Las amarillas bien de mañana, las rojas nunca con las blancas...
En fin... De cualquier modo las tenias que pasar...
Y las pasabas ...
Tu raquis fue encidido, varias veces,
con tu consentimiento, con la esperanza de sanar.
Y no hay remedios que te sanen,
no hay respuesta a los rezos al cielo.
A las plegarias lloradas, ya sin aliento, sin sueño.
En tu cabezal están los santos y las Vírgenes ,
Suplicantes al infinito pidiendo piedad,
y compasión y misericordia divina.
Los medicamentos ya probados, son retirados una y otra vez,
Que no hay respuesta, sin embargo tú, nosotros tus padres,
no flaqueamos en seguir adelante.
De mi, nace un llanto que no quiere salir,
a fuerza de hombría, queda en mi alma.
Es el dolor de lo que significa tu calvario, asignado,
y el orgullo de tu decisión de luchar
contra todo lo adverso que te puso el destino.
Recibir nuevos tratamientos para doblegar a tu sistema
Inmune, y evitar que tu mismo te dañes.
Debilitó las raíces de tus cabellos,
quedando tendidos en tu blanca almohada,
por cientos cada mañana.
Debilitando tu sangre, tus huesos, y tus músculos.
Hoy sé, que no hay más valiente
que tú pequeño Guerrero.
Yo no hubiera podido resistir como lo hiciste.
Mi amado niño,
cuando tus piececitos en sus pasos pequeños,
dominando la oscuridad de la noche.
Llegaban a mi cama,y me despertaban.
Cuando tus miedos infantiles de querubines transformados
en fantasmas te despertaban,
no imagine ni por un momento,
Que un día esos mismos espectros, te atraparan en la noche de tus sueños,
Convertidos en diablos, en irreales seres , te arrastrasen al infinito de tu
conciencia, donde tu lucha es solo tuya,
Para nuevamente nacer, desde tus cenizas, cual ave Fénix ,
Para vivir, para existir.
Muy conmovedor
ResponderBorrarMuy conmovedor
ResponderBorrarMuy conmovedor
ResponderBorrar