domingo, 4 de diciembre de 2016

Recuerdo a aquel viejo hospital donde encontramos
los  diagnósticos de los libros,
Los dolores de madres llorando por la muerte de sus hijos,
Hecho antinatural es, inconcebido e incomprensible ...
porque claro hay nombres para los que se le muere
la esposa, el hermano o la madre...
Hay hombres viudos, hijos huérfanos
Pero no hay nombre, para el que pierde un hijo...
Porque un dolor, tan profundo, sin sentido, así no tiene nombre.
Éramos esa vez solo estudiantes, en el Hospital de los pobres,
Antonio Lorena, y muchas experiencias, nos marcaban a diario....
Un caso clínico sin solución frente a nuestros ojos,
nos frustraba a nuestras jóvenes almas.
El paciente de la "siete"  de "16" , va muriéndose
de a pocos, literalmente un hilo le ata a esta vida.
Con sus valvas de su único corazón destrozadas,
Jadeando, azul de mar oscuro eran sus labios,
Ahogándose por dentro... no perdía su serenidad,
a pesar de tener a la muerte, sentada aguardando.
¡ Y qué podemos hacer, nos preguntábamos esa vez
Estudiantes de medicina...
El pobre no tenía medicinas para su mal,
No despojamos de nuestras propinas para dar a nuestro paciente...
- ¡ desenlo a mí madre, nos dijo.!
- Lo mío cura no tiene.
- Ella necesita para comer, ella está hoy más viva... y...
- Así lo hicimos por supuesto... frustrados por que la muerte había ya jugado, y esta vez iba ha ganar.

Un día después del hecho, aquel hijo noble
como él mismo, ya no estaba en su lecho...

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