domingo, 4 de diciembre de 2016

El dolor que me produce tu amor,
es el Amor en si mismo.
Crea y me transporta al nirvana.
Única vía onfálica con tu corazón,
que me nutre de a pocos,  igual que me hace doler,
a pedazos, y  mantiene viva mis razones.

Esa extraña sensación que domina mi alma.
La origina tu existencia,
aún en la distancia, y en la calma.
Es de lo único que me cojo, y me tiendo a asir,
cuando los remolinos tormentosos de la vida,
pretenden ahogarme para siempre de tu ser.

Como un ciego soy, en la oscuridad de mis tristezas,
buscando la salida matinal a mis pobrezas, que brotan de tu amor.
Ausencia de ti, me postraría a esperar solo la muerte,
sin destino ni brújula, olvidado a mí suerte.
sin sentido para mis sentidos...
Sin caricias, para mis llagas cotidianas.

El amor que me produce este dolor,
es bueno para mi alma  atormentada.
Sola y olvidada,  decantada a los vientos y caminos,
cual cenizas mías, ya discurren como polvo o tierra,
huérfanos de afecto, incluso del tuyo, quedan..
Livianos junto a un rocío, lloran..
Indignos de quién alguna vez me quiso, se escurren,
Como el agua entre las manos, de quién sintió que ya me perdió.

La magia de la vida solo está es ese impropio sentimiento.
Nada más me opera, nada más motiva a mí ser.

Eres la filigrana que me permite orbitar en tu espacio.
Y marcar la elipse de mis estaciones y emociones.
Eres sin ni siquiera pensarlo el eje de mi existencia,
Mi fuente de amor y de delirio,
fuente también de mi dolor agonizante de vida...
Recuerdo a aquel viejo hospital donde encontramos
los  diagnósticos de los libros,
Los dolores de madres llorando por la muerte de sus hijos,
Hecho antinatural es, inconcebido e incomprensible ...
porque claro hay nombres para los que se le muere
la esposa, el hermano o la madre...
Hay hombres viudos, hijos huérfanos
Pero no hay nombre, para el que pierde un hijo...
Porque un dolor, tan profundo, sin sentido, así no tiene nombre.
Éramos esa vez solo estudiantes, en el Hospital de los pobres,
Antonio Lorena, y muchas experiencias, nos marcaban a diario....
Un caso clínico sin solución frente a nuestros ojos,
nos frustraba a nuestras jóvenes almas.
El paciente de la "siete"  de "16" , va muriéndose
de a pocos, literalmente un hilo le ata a esta vida.
Con sus valvas de su único corazón destrozadas,
Jadeando, azul de mar oscuro eran sus labios,
Ahogándose por dentro... no perdía su serenidad,
a pesar de tener a la muerte, sentada aguardando.
¡ Y qué podemos hacer, nos preguntábamos esa vez
Estudiantes de medicina...
El pobre no tenía medicinas para su mal,
No despojamos de nuestras propinas para dar a nuestro paciente...
- ¡ desenlo a mí madre, nos dijo.!
- Lo mío cura no tiene.
- Ella necesita para comer, ella está hoy más viva... y...
- Así lo hicimos por supuesto... frustrados por que la muerte había ya jugado, y esta vez iba ha ganar.

Un día después del hecho, aquel hijo noble
como él mismo, ya no estaba en su lecho...
Comienzo a curar de mañana,
La aflicción del morbo sobre tu cuerpo,
Sobre tus entrañas y tu conciencia,
Ha tomado tu ser con difusa destreza
Metastatizando junto a la misma muerte por los
Recodos de tu cuerpo de niño, travieso.
Queda un cuerpo rígido y frío,
nada de tu blandura se conserva.
Tus ojos miran fijamente al infinito.
Tu conciencia está perdida como un sueño diurno...
Respondes con salvas de movimientos complejos,
A estímulos de mi voz, a ruidos de la calle.
No se cuál será tu futuro, pero hago lo posible
de acercarte a la vida, ha arrancártela de los brazos de
de la muerte, que acecha a hurtadillas, tú respiración,
tu alma, tu color.
Después de unos días, se aproxima una palabra a tus labios.
Tu ojos ya tienen lágrimas, tus emociones despiertan de su
aletargado sueño,  ya hay una risa...
Tus silencios  han permanecido hasta ayer,
Hoy tu voz aparece incoherente en lo que dice. Pero dice algo.
El heraldo de la muerte ha perdido esta vez y se aleja,
dejando tu respiración expandirse, a tu piel sonrojarse,
A tus latidos tornarse más fuertes, como es la vida.
Hace unos días volviste a caminar, a sonreír,
a alegrarnos con tu gracias. La enfermedad no tomó tu mente,
gracias a Dios, y piensas como antes.
Juegas, corres y tus músculos responden a tu edad.
Y yo agradezco al señor por mejorar algo su creación,
a hacerme médico, y llegar a la medicina sin mucho pensarlo.
Porque está satisfacción de ganarle si quiera un momento
a la misma muerte, no se siente, ni saltando de un avión
ni ganando en La Bolsa.
Dios bendiga y cuide a nuestros niños enfermos.